A menudo, todas asociamos la violencia de género con una violencia física, pues esta es la que a simple vista muestra signos más evidentes de su paso, pero existe una violencia invisible que no deja marcas ni moratones, una violencia igual o incluso más dolorosa que los golpes, que arrasa con la autoestima y daña sin medidas la salud mental.
Una violencia silenciada y normalizada, esta es la violencia psicológica.
Según la última Macroencuesta de Violencia Contra la Mujer publicada en 2019 el 14,9% de las mujeres que han sufrido violencia psicológica por parte de su pareja actual afirman que esta violencia ha tenido lugar solo una vez frente al 84,3% que manifiestan que ha sucedido en más de una ocasión. En el caso de las mujeres que han sufrido violencia psicológica por parte de exparejas, el 8,2% afirman que solo sucedió en una ocasión mientras que el 91,3% alega que ocurrió más de una vez. Así, observamos que esta es una violencia perpetuada y recurrente para los maltratadores.
La violencia psicológica es una forma de violencia de difícil detección en muchas ocasiones tanto para la propia víctima como para el entorno en general, por eso es fundamental prestar atención a determinados signos y comportamientos claves. Tal vez, tu misma no pienses estar sufriendo o haber sufrido nunca este tipo de violencia, pero ¿Sabes realmente cuales son los signos más característicos de esta violencia? ¿Cómo podemos detectarla?
Según los expertos existen varios indicadores inconfundibles del maltrato psicológico en el ámbito de la pareja, el primero de ellos es el chantaje emocional llevado a cabo mediante métodos de manipulación como el victimismo, la culpa o las falsas promesas ¿Cuántas veces has escuchado frases tales como “perdón, voy a cambiar, no me dejes”?
¡Ojo amiga! ¡Date cuenta, eso es chantaje!
En segundo lugar, otro signo característico de este tipo de violencia es la minimización de la víctima, minusvalorando sus logros personales y laborales, también la invisibilidad de la víctima a través de una infravaloración de sus opiniones e ideas. Estos comportamientos pretenden hacernos pequeñas y que desechemos nuestros sueños y luchas personales.
Otro de los indicadores claros de la violencia psicológica es el control de la víctima. Tu agresor controla con quién estas, dónde, cuándo entras o sales, qué ropa llevas puesta, tus ideas, amistades y en definitiva todo aquello que tenga que ver con tu intimidad y espacio personal. En este punto es muy llamativo el control de los dispositivos móviles que prolifera cada vez más entre los jóvenes.
Íntimamente ligado al control, se encuentra también el aislamiento de la víctima por parte de su agresor. A medida que el control aumenta y normalmente con la excusa de estar más tiempo juntos, el agresor acapara todo tu espacio, ya no queda tiempo para quedar con tus amigas, estudiar, practicar tu deporte favorito y muy significativamente, nada de salir de fiesta o divertirte sin él.
También la negación de la realidad, fenómeno más conocido como “luz de gas”, resulta ser una clara alerta de violencia psicológica. El maltratador se encarga de que su víctima dude de la realidad que le rodea, cuestiona continuamente sus sentimientos, experiencias y decisiones. En estos casos, la víctima comienza a dudar de sus capacidades y asume la visión de la realidad de su manipulador.
Obviamente también forman parte de este maltrato psicológico los insultos y amenazas que suelen ir aumentando a medida que la relación con el maltratador avanza, siendo los insultos y amenazas directas una señal gravísima y flagrante de maltrato.
Todos estos indicadores y otros más crean una situación para la víctima altamente lesiva psicológica y mentalmente hablando, dejando secuelas tales como la perdida de la propia identidad, ansiedad, depresión, autocastigo, graves inseguridades en sí mismas y dependencia emocional del agresor.
Toda esta situación no tiene por qué ir acompañada de golpes para ser considerada una autentica violencia machista, puesto que la violencia física en la mayoría de los casos es solo la punta del iceberg y tras ella subyace todo un maltrato psicológico continuado que consigue despojar a la víctima de identidad y empoderamiento, para así someterla.
Desde mi punto de vista resulta fundamental dar especial importancia a la violencia psicológica dentro de la violencia de género ya que normalmente es el principio de todo un infierno para las víctimas. Resulta de especial importancia además garantizar el tratamiento y atención integral a la víctima de violencia psicológica, ayudándoles a renacer y rehacer sus vidas, reparando las secuelas de su maltrato y dándole la importancia que merece a la salud mental. Además, es importante que esta violencia no sea silenciada, que todas conozcamos sus signos para poder detectarla y que la prueba de la violencia psicológica en los juicios por violencia de género sea más efectiva y fácil de realizar.
Todas y todos tenemos la obligación de ponernos las gafas violetas y mirar al futuro de forma que ninguna mujer maltratada, sufra el maltrato que sufra, se quede atrás, luchando por acabar con la violencia machista que resulta una autentica lacra social y es un problema de orden público.