El feminismo es un movimiento con algo más de tres siglos de historia con unas fuertes raíces teóricas. Un movimiento que lucha por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres y que defiende la emancipación de las mujeres. Se trata de un movimiento que no es homogéneo y que se define como inclusivo.
El feminismo, por lo tanto, como movimiento inclusivo lleva en su ADN ser antirracista ¿o no? Es algo que parece evidente, no obstante, no olvidemos que lo evidente muchas veces no es tan real como nos pensamos.
Hablamos de romper el techo de cristal, pero se nos olvida muchas veces hablar sobre el suelo pegajoso, ese suelo en el que nos encontramos muchas mujeres que además de luchar por todo aquello que defiende el feminismo tenemos que luchar simultáneamente por el respeto y ser oídas en espacios en los que, por nuestro color de piel, rasgos, orígenes y demás no tenemos la repercusión ni la consideración que merecemos.
Angela Davis en su obra Mujeres, raza y clase, expone la invisibilización de las mujeres negras en el movimiento y cómo el feminismo, en aquel momento, se centraba en las mujeres blancas y burguesas y no guardaba relación con las luchas que ella tenía como mujer negra. En este libro Angela Davis muestra como la situación de las mujeres no solo está condicionada por ser mujer, sino que la raza y la clase social también juegan un papel muy importante en la opresión. Debemos trasladarlo al momento actual para poder observar por qué muchas mujeres no se sienten identificadas con el feminismo y trabajar para cambiarlo.
Se trata de la problemática del denominado feminismo blanco, es decir, aquel feminismo que universaliza los problemas de las mujeres blancas occidentales e invisibiliza el del resto de mujeres de otras razas, etnias y culturas. Podemos decir que se trata de un feminismo hipócrita puesto que tiene en cuenta únicamente de forma generalista los problemas que las mujeres sufrimos por el hecho de serlo obviando lo que conlleva por ejemplo ser mujer negra, asiática o latina.
El concepto de interseccionalidad fue acuñado por la académica y profesora estadounidense Kimberlé Crenshaw en 1989, consiste en «el fenómeno por el cual cada individuo sufre opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales». Me parece un concepto esencial para explicar la problemática que quiero compartir en este artículo, así como una base sobre la que partir para alcanzar un feminismo más diverso que nos tenga a todas en cuenta; pues sin duda es importante tener en cuenta para aquellos análisis que se realicen con una perspectiva de género. La interseccionalidad pone de manifiesto la doble problemática de estar oprimida por ser mujer y por ser la raza, cultura o etnia. La interseccionalidad es el mecanismo que tenemos para acabar con esa doble opresión que nos somete a las mujeres que no somos blancas.
En España las mujeres migrantes y racializadas partimos de una desigualdad de base por ser mujeres y por nuestra raza, cultura y etnia. Como ejemplo la hipersexualización que se hace de las mujeres negras, latinas y asiáticas, en la que se nos objetiviza por ser mujeres y por nuestros rasgos. Los prejuicios de la sociedad con nosotras no son únicamente una cuestión de lucha antirracista, sino que también atañen al feminismo puesto que, para alcanzar esa emancipación de la mujer, es imprescindible tener en cuenta en la lucha feminista aquellas cuestiones que nos condicionan en nuestra diversidad.
No son pocos los prejuicios a los que nos enfrentamos todavía día a día y quedan en muchas veces aquello de que «las mujeres latinas y negras somos más calientes», más «fáciles», o que las mujeres musulmanas o asiáticas son más dóciles. Es una opresión interseccional que nos intenta anular doblemente y someternos a los cánones que marca el patriarcado.
En este aspecto considero importante introducir el concepto de sororidad, compañerismo. Somos compañeras en esta lucha y eso implica que debemos ir hombro con hombro, unidas, contra el machismo, nuestro enemigo común, ese patriarcado que nos oprime por ser mujeres, sí, que se lucra de nosotras y nos vende como mercancía. Compañeras para ser solidarias y luchar por los derechos de todas y no permitir que ninguna se quede atrás. Para que el feminismo pueda avanzar debemos andar unidas.