Nuestra lucha a favor de los derechos de las mujeres no tiene fronteras y nuestro compromiso es con todas y cada una de las mujeres, pisen donde pisen (Iratxe García)
En los últimos años, la celebración de este 9 de mayo, Día de Europa, ha estado marcada por la actualidad política en detrimento de la agenda propia: el auge de la ultraderecha, la
pandemia del Covid-19, la victoria de los talibanes en Afganistán y la guerra en Ucrania,
entre otros. En todos estos casos, hemos demandado una Unión Europea más unida y con
mayores competencias, que siga apostando por la defensa de los valores democráticos, de
igualdad y de justicia social.
Pero existe un fenómeno, o más bien una lacra para la sociedad, que ha persistido durante
todos estos años y que no puede dejar de ser relevante en la actualidad política: el
machismo. No puede dejar de ser relevante porque todavía mueren mujeres a manos de la
violencia machista, tanto dentro como fuera de España, porque el patriarcado todavía nos
objetifica, nos hipersexualiza, nos trata como objetos y nos paga menos que a nuestros
compañeros hombres. Porque todavía nos discrimina por el mero hecho de ser mujeres,
algo palpable en cada uno de los eventos que mencionaba: el pasado mayo de 2020, la
ultraderecha húngara conseguía que el país no adoptase los principios legales del Convenio
de Estambul en la lucha contra la violencia machista. En enero de 2021, la extrema derecha polaca prohibía el derecho al aborto en casi todas las circunstancias.
Han sido las mujeres y niñas afganas quienes han visto sus derechos mermados, como el de la educación, tras la llegada al poder de los talibanes. Ha sido la pandemia del COVID-19 la que ha subrayado la dependencia que la sociedad tiene de las mujeres, tanto en primera línea como en el hogar. Como ya señalase la ONU hace dos años, “en tiempos de crisis, cuando los recursos escasean y la capacidad institucional se ve limitada, las mujeres y las niñas se enfrentan a repercusiones desproporcionadas con consecuencias de gran alcance que no hacen más que agravarse en contextos de fragilidad, conflicto y emergencia”.
Ahora, Europa se enfrenta a un reto de grandes proporciones: la invasión de Ucrania por
parte de Rusia, que ha puesto en especial peligro a las mujeres y niñas ucranianas,
rápidamente convertidas en objetivo de las mafias y redes de tráfico de personas. Ante esta injusticia, no sólo pedimos una UE más unida con el pueblo ucraniano y que continúe
defendiendo los derechos humanos, sino que también pedimos una UE más feminista.
Ya se han dado pasos en la lucha contra la desigualdad estructural a la que se enfrentan las
mujeres y, recientemente, se ha puesto en marcha la Estrategia Europea para la Igualdad de Género 2020-2025 y se ha presentado la propuesta de Directiva sobre la lucha contra la
violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, que recoge nuevas formas de violenciacontra la mujer, como la ciberviolencia. Pero todo ello no es suficiente si no lo reflejamos en una política exterior feminista, tanto en la española (como ya hiciera el Gobierno el año pasado) como en la europea.
La Unión Europea tiene un mandato para con sus habitantes, pero también para con el resto del mundo. Desde una acción basada en la cooperación y en el respeto a otras sociedades y culturas, que huya de una visión imperialista y que apueste firmemente por el impulso a la igualdad entre los hombres y las mujeres. No podemos quedarnos en las palabras y para ello es necesario que acompañemos en su lucha a las mujeres de cualquier territorio, no olvidando nunca que nos une la misma lucha: el fin del patriarcado.