Posiblemente esta no es la primera vez que escuches el término mansplaining, en mi caso me hace pensar en las cenas de Navidad, reuniones de trabajo o algún que otro conocido. Pero hasta hace recientemente poco tiempo no me di cuenta de que esta forma de desaprobación hacia las mujeres tiene una fuerte raíz en las aulas. Entendemos como mansplaining el conjunto de comportamientos que desarrollan los hombres hacia las mujeres por los cuales somos menospreciadas cuando hablamos con comentarios como “no tienes ni idea”, “yo te lo explico” o directamente se nos interrumpe sin dejarnos terminar o se nos corta levantando una mano.
El problema del mansplaining no es que no se nos deje terminar una frase, sino todo el intrínseco entramado de roles de género que esconde, que perpetúan nuestra posición de sexo débil sin la suficiente capacidad intelectual como para desarrollar una opinión propia y ser capaces de expresarla. Con esto se consigue que las mujeres asumamos un rol de inferioridad que nos obliga inconscientemente a dejar de participar activamente en conversaciones, asumiendo un rol sumiso que nos limita a asentir o aportar algún monosílabo e el mejor de los casos. Pero esta no es la mayor consecuencia del mansplaining, sino toda la carga psicológica que este conlleva y ha conseguido minar moralmente a millones de mujeres generando problemas de confianza en una misma y de autoestima, ya que cuando una no puede expresarse por ser considerada como una inferior acaba asumiendo esta inferioridad institucionalizada.
Esta forma de patriarcado ha conseguido silenciar a demasiadas mentes brillantes a lo largo de la historia y lo sigue haciendo, siendo las aulas uno de sus nichos de preferencia. Múltiples estudios pedagógicos nos demuestran que las niñas participan significativamete menos en las clases que los niños, a pesar de que estas obtengan mejores resultados académicos y accedan en mayor número a estudios superiores. La mayoría de nosotras podemos pensar rápidamente en situaciones donde nuestros propios compañeros de clase nos han cortado en una de nuestras intervenciones para o bien corregirnos o bien aportar una opinión que han considerado más válida. Pero como no van a hacerlo si estas actitudes machistas son reforzadas en muchos casos por los propios profesores con el simpe hecho de permitirlas y asumirlas como algo natural. No solo basta con permitir el acceso a la educación de las mujeres si después se nos va a seguir tratando como si no diésemos la talla para esa plaza. Hace cosa de un mes mis compañeras de carrera y yo tuvimos que soportar una de estas situaciones tan desagradables en la que uno de nuestros profesores nos interrumpió y menospreció en nuestras exposiciones de forma aparente.
Pero como hasta incluso de lo malo debemos extraer enseñanzas, doy las gracias a todos esos profesores y compañeros que me han enseñado a hablar mas alto y no dejar que nadie me calle. Alzad la voz sin miedo, compañeras. No sois menos que nadie y quienes durante siglos han tratado de ahogar nuestro grito por miedo a que fuésemos no solo iguales, sino mejores, tienen mucho que aprender de vosotras. La sororidad también implica dar voz a las que día a día son silenciadas incluso sin ser conscientes de ello y es misión de todas nosotras luchar por una sociedad que carezca de estos abusos autoritarios. Seamos el grito de las que no tuvieron voz.