La Violencia de Género ha estado presente a lo largo de la historia, muchas veces de forma subliminal. Es un problema estructural y continuado donde hay una desigualdad social, donde al hombre se le educa en el poder y a la mujer se la ‘sanciona’ si no cumple con las que se consideran sus funciones. El objetivo de esta violencia es dejar claro quién mantiene la autoridad de la relación.
El patriarcado se ha encargado de dejar claro que a la mujer se le considera inferior, por eso es necesario analizar las razones por las que esta violencia se perpetúa hasta nuestros días, considerándose un Problema de Salud Pública que atenta contra los derechos humanos de las mujeres.
Según una encuesta a escala de la UE realizada por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE (FRA) se estima que 13 millones de mujeres de la UE experimentaron violencia física durante los últimos 12 meses previos a la encuesta. Esto corresponde a un 7% de mujeres con edades entre 18 y 74 años. Además, se calcula que 3,7 millones de mujeres de la UE sufrieron violencia sexual en los 12 meses previos a la realización de la encuesta.
Pero, ¿cómo afecta este problema a la salud de las mujeres?
La Violencia de Género es un factor de riesgo de mala salud para las mujeres solo por el hecho de serlo. Muchos organismos la consideran uno de los crímenes encubiertos más frecuentes del mundo. Se estima que en España han muerto 976 mujeres por violencia machista desde 2003 hasta 2018 (Boletín Estadístico Anual).
Por eso debemos hablar de las consecuencias mortales de esta violencia, donde a parte del asesinato, es importante mencionar el suicido, ya que existe una probabilidad entre 3 y 5 veces mayor en mujeres que sufren violencia machista.
Por otro lado, existen las consecuencias no mortales de la violencia machista. La sensación de culpa, la persecución de un modelo y el rol de cuidadora asignado por la sociedad puede producir graves problemas de salud mental. Sensación de tristeza, miedo, vergüenza, angustia son muy comunes en estos casos. Esto puede producir síntomas físicos como dolor de cabeza, abdominal, lumbar, cansancio, trastornos del sueño, de la conducta alimentaria, entre otros.
También se puede llegar a desarrollar problemas de salud crónicos o síntomas recurrentes consecuencia de las heridas, el miedo y el estrés. Entre ellos podemos destacar dolor crónico, desmayos, pérdida de apetito, síndrome de colon irritable…
Todo esto teniendo en cuenta las lesiones producidas directamente por la violencia física: cortes, fracturas, contusiones, quemaduras, etc. que pueden tener consecuencias fatales.
Por todo ello, es imprescindible tomar medidas e incluir la perspectiva de género, la educación en equidad, el respeto entre hombres y mujeres y la condena de la Violencia de Género para crear campañas de sensibilización en contra de este tipo de violencia.